Lalibela es un secreto etíope desvelado (y de forma bastante discreta) por un capellán portugués de la embajada de ese país en el año 1521. Tan discreto fue en su descripción (pensando en que si contaba la verdadera maravilla que constituía Lalibela perdería credibilidad), que no fue hasta mediados del siglo pasado cuando esta ciudad santa (la segunda de Etiopía) fue descubierta al mundo gracias al historiador italiano Monti Della Corte, que llegó a Lalibela tras un trayecto de 50 horas sobre el lomo de una mula.

¿Qué esconde Lalibela para maravillar a quienes tienen la suerte de visitarla? Suerte que por cierto tendrán los que reserven  nuestro viaje especial a Etiopía con salida el 31 de octubre

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Lalibela es un pueblo oculto en la parte más alta del norte de Etiopía, donde el 60% de los habitantes son cristianos ortodoxos y conviven en paz con el resto de la población musulmán; es morada de uno de los conjuntos arquitectónicos más sorprendentes y cautivadores del mundo, consistente en un conjunto de doce iglesias talladas en roca viva en bloques únicos, y situadas bajo el nivel del terreno. Un trabajo complicado e increíble si pensamos que esta obra se llevó a cabo en el siglo VII a manos de artistas del antiguo imperio de Aksum que cincelaron toneladas de piedra volcánica para conseguir catedrales monolíticas situadas en zanjas de mucha profundidad.

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¿Lo mejor de que haya sido descubierta por el mundo tarde? Pues que ha estado prácticamente incomunicada hasta principios del siglo XXI, lo que ha logrado que estos sorprendentes templos sigan en activo, donde se realizan a diario ritos y ceremonias tal y como se llevaban a cabo hace siglos. Hoy en día está comunicada con la capital, Addis Abeba por carretera y un pequeño aeródromo.

La mayoría de las doce iglesias esculpidas en la toba volcánicas están unidas a través de laberínticos pasadizos y angostos túneles; todas son diferentes entre sí, cada una tiene su estilo, y en ninguna de ellas se ha usado un solo ladrillo ni un tablón de madera, solo bloques únicos de piedra. De las doce las más renombradas son Biet Medhani Alem (que significa “Salvador del Mundo” y es la iglesia monolítica más grande del mundo) y Biet Ghiorgis (San Jorge, un adusto bloque en forma de cruz).

Asistir a las ceremonias (los habitantes de Lalibela acuden a diario a misa envueltos en sus túnicas) es un regreso a un pasado muy, muy remoto: se realizan en ge’lez – la lengua litúrgica oficial desde los tiempos del imperio de Aksum-  e incluyen además de cantos y rezos, una especie de baile místico que sumerge a feligreses y visitantes en un ambiente de total espiritualidad.

Toda una experiencia, de esas que no se olvidan fácilmente y que ponemos a tu disposición en nuestro viaje especial a Etiopía. No pierdas la oportunidad de revivir un pasado que perdura intacto a través de los siglos.

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