El llamado turismo de memoria es aquel que nos lleva a visitar lugares donde el horror hizo mella en algún momento de la historia. También llamado Dark Tourism se centra en escenarios donde han ocurrido tragedias o que las rememoran, como la Isla de Gorée en Senegal (y su mercado de esclavos, con zulos de un palmo donde los tenían hacinados), los cimientos de las Torres Gemelas o los Museos del Genocidio o el Museo de la Guerra de Vietnam. Los visitamos para ser post testigos del horror y para rendir homenaje a las víctimas.
Uno de estos escenarios, visitado en todos los circuitos a Polonia, es el campo de concentración nazi de Auschwitz, visita que parte desde Cracovia y que puede realizarse recorriendo el mismo trayecto en tren que el que en su día realizaron las víctimas.
(Derechos de imagen: elhipe.com)
Entrar en Auschwitz es entrar en un “decorado” sobrecogedor: llama la atención el cartel de bienvenida al campo “El trabajo nos hace libres”, la geométrica construcción de las calles y casas, que bien podrían parecer antiguas unifamiliares. Pero no: allí dentro se hacinaban vidas humanas a la espera de la muerte, lo que queda sobradamente ilustrado cuando se llegue al pabellón 11. Zapatos impares, muchos sin cordones o de talla infantil; ajadas maletas, montañas de cabelleras de todas las edades.
La atmósfera de Auschwitz se enrarece cuando se visita el domicilio de Rudolf Höss el comandante a cargo del campo y se advierte la cercanía de la casa al horno crematorio: una casa con vistas, pero de las trágicas.
La bella Cracovia siempre estará ligada de alguna forma a Auschwitz, y es bueno que así lo sea: el turismo de la memoria cumple el cometido de recordarnos lo que no se debe repetir.
Después, al recorrer el caso antiguo de Cracovia, declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad, su mercado medieval (el más grande de Europa), su Castillo Real y al conocer el alegre carácter de sus habitantes, nos maravillaremos de cómo Cracovia pudo reponerse de esa trágica etapa de la historia.